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sábado, 18 de agosto de 2018

LECHE DE FRESA

La culpa es de quien la padece. Con los cuidados paliativos de las invitaciones que participan en vano de la mano de la paciencia. Lo siento. Nada compensa lo que no se puede compensar. Ni siquiera la fe... o la falta de fe. Hubo una vez en la cual encontré el límite de la paciencia, ya que ha salido el tema. Sí, lo reconozco. Encontré el límite, y decidí usarlo. Con mucho acierto, debo decir. A partir de ahí, aprendí a subir ese límite o a bajarlo en función de la necesidad. Después de todo, o la enfermedad va antes que la muerte, o bien ésta nos pilla por sorpresa. Tanto me da que me da lo mismo. Las nubes ya no se deslizan por las caricias de las canciones que cantan mis auriculares.

Me quedo con su sonrisa de cinco años recién estrenada. Supera con creces a la anterior. Me quedo con su llanto consentido, pataletas de niña desdichada falta de carencias que aún desconoce mi razón, aunque entiende mi corazón. Me quedo con su mirada reluciente de ojos chisposos llenos de amor. Con sus palabras agudas, sus gritos dirigidos, sus abrazos por sorpresa y sus juegos sutiles plenos de imaginación. 

Me quedo con sus saltos al cielo, sus bailes imprevistos, su leche de fresa, sus pompas de jabón, sus cuentos al aire y sus pegatinas en la piel. Me quedo con todo eso y con mucho más. Sueños, palabras y vuelos imposibles. Y una gemela de tres años que no para de decir 'mana'. Pero todo llega, y alcanzaré mi venganza, ya sea en esta vida o en la siguiente, de alguna manera que aún no puedo adivinar.

Y no me quedará nada más por hacer. Salvo ver la lluvia caer en esa sonrisa de cinco años...

sábado, 11 de agosto de 2018

CAPAZ DE LO INCAPAZ

Gastadas las ilusiones en una lata de latón, movemos vientos de hielo en el sentido contrario a las agujas del reloj. Los recuerdos no se repiten ni se conocen por cómo son, sino cómo se comparten en el lecho del azúcar y del turrón. Cuatro ojos ven más que dos. mayoría absolutista que le gana a la razón, pero no al juicio injusto que maneja una situación plena de conciencia o misterios de cartón. O de papel; perdidos en cualquier buzón, cajón, tapón o carpeta sin corazón. Como mis nubes: de algodón. Ya no recuerdo esas palabras al oído faltas de pronunciación. El granito tapona puertas que quedan abiertas con el simple roce de tu pelo cortando el brillo del sol. Mordaz y tenaz, capaz de lo incapaz, pagamos los esfuerzos de tiempo cumpliendo edad. Ganamos años, perdemos todo lo demás. Ganas, tiempo, salud, fuerza, excusas, vitalidad... Bueno, excusas no; esas mejoran conforme ves tu vida pasar. Aunque nunca dije que fuese para bien, ni para mal. A veces me arrepiento de todo y otras veces de casi nada. Siempre hay un límite que marca ls distancias en nuestra propia cabeza. Cada uno le da luego el uso que quiere. Eso sí: nunca me arrepiento de no arrepentirme de algo.

sábado, 4 de agosto de 2018

CÍCLICO

Conduzco lento, despacio. Las gotas caen sobre el sueño desnudo de quien ríe, inocente, sin pensar en guerras distantes; crudas; realistas. No me salgo del carril. Me mira por el espejo. La miro disimuladamente. Sonríe. Respira. Cierra los ojos despacio. Es feliz. Disminuye mi pesar. Escucho la lluvia chocar contra mis párpados. Simplemente imagino. Y ya no pienso. Ni me arrepiento, ni me enveneno. Fijo la mirada al frente. Subo el volumen... y la adrenalina lo acompaña. Casi duerme; casi no respira. Aún no siente, aunque percibe. Pregunta. Razona. Entiende lo que puede. Sueña lo que no inventa. Provoca. Acaricia mi alma. Derrite canciones. Brilla. Causa motivos. Vive. Congela temores y, por supuesto, llena momentos y colma pasiones. No veo sus gritos ni escucho sus saltos cuando canta sus emociones.

Ni me faltan motivos ni me sobran razones. Después de todo, mucho me temo que todos los caminos me llevarán al mismo lugar. Lugares que sólo existen en el tiempo y que pasan de largo sin saludar. 

Después, sólo veo unos viejos zapatos sin brillo, sin caminos rezagados, sin suelas en las huellas de su propio barro. Luces gastadas y ruedas que achican agua por donde quiera que pasan. Y un camino recto que, en un tiempo cíclico, a veces es más largo y otras, simplemente, más lento. No deja de ser tiempo, incontable, que no puede ser medido. 

Las trampas son para los tramposos. Y las leyes para los legales...

...aunque sean injustas.

sábado, 28 de julio de 2018

SUELE PASAR

Es la desidia quien comanda la gota del amor. La estabilidad no tiene medidas, ni la casualidad tiene fronteras. Besos rotos que pronuncian las palabras que el silencio no puede borrar. Suele pasar, que cuando vivimos un maltrecho sueño, por mucho empeño que pongas no te sueles despertar. Suele pasar que, aunque el mar no tenga dueño, en la playa de tus ojos me queme los pies al pisar. Suele pasar que pongamos el mismo empeño en amar a lo pequeño sin tener a quien conquistar. Conquistas que abandonan antes de matar, raudas, veloces, con la mirada fija en las agujas que cosen mis heridas con fino hilo de araña y paciencia de mamá.

Nos terminamos acostumbrando. Hay cosas que suelen pasar aunque tratemos de evitarlas, aunque las veamos venir, aunque no queramos mirarlas al marchar o al salir, o al llorar el camino de tierra que vierte agua sobre mi. O sobre ti. Ya no arrastro las cadenas de la culpabilidad, aunque a veces arrastre culpa, kilos, conciencia y pesar.

Guste o no, suele pasar. Sinónimo de resignación, fuente de inspiración. Porque no importan los momentos si no valoran la actitud. 

Sí, a mi también me suele pasar.

sábado, 21 de julio de 2018

EN BLANCO

Una vez leí que cuando somos pequeños, se nos da a manos llenas. De todo. Sin esperar nada a cambio. Y es verdad. Porque es evidente, y no podemos cambiar lo evidente. Otra cosa diferente es que nosotros lo hayamos pedido. En mis años de adolescente, cuando tenía un problema, yo mismo pensaba que no pedí nacer. Por tanto, es una casualidad que estemos en este mundo. Le podría haber tocado a otro. Eso no significa que tengamos que agradecer la esclavitud como forma de supervivencia. La vida es así, y no hay que darle más vueltas. Cada escalón de la escalera tiene sus propias características. Entendemos que no tenemos que devolver lo que recibimos cuando lo necesitamos a los mismos que nos lo dieron. Entiendo que tenemos que dar todo a quienes lo necesitan porque aún no se valen de ellos mismos. Todo este lío, hay gente que lo entiende y gente que no lo entiende.

Los niños son solo niños. Hasta que no pase un tiempo no tendrán su propia personalidad. Entonces decidirán por sí mismos lo que tengan que decidir. Si luego quieren dar algo de lo que han recibido, que lo den... 

...pero me basta con que sean fieles a sí mismos. Y nobles. Sobretodo nobles.

sábado, 14 de julio de 2018

HORAS INACABADAS

Duele más lo hermoso que la lástima perdida, provocando la herida de mi llanto lastimoso. Entramos en lo dudoso de tu ida, y tu venida, con mi aire, precavida, sueño lento caprichoso. Camino lento el camino,
venciendo lento el destino de soeces letras pequeñas. Kilómetros densos de espera para quien cree en la quimera de tener hijas sin dueñas. Así son mis horas, inacabadas en todo momento, livianas, sin viento, preñadas de fetos muertos. Vacías, sin cuentos ni lobos que derrumben las paredes de estiércol que forman el mundo, fecundo, sin sentido, sin rumbo. Explícame, pues, dónde buscar la infancia senil, aquella que perdí cuando me fijé en ti, sin contar hasta mil, así, porque sí.

Horas inacabadas para sufrir presencias, sufrir ausencias, llorar, tener, maldecir, robar segundos sin mentir las consecuencias de vivir. Y así me ve partir cuando la bajo del coche y la entrego en la noche
de la estrella brisa gris. Así comienzan, una vez más, mis horas inacabadas, desde nunca regaladas, porque justo ahora… ya no estás. 

Horas inacabadas que terminan por acabar. Ya vuelvo a comenzar una nueva cuenta atrás.

Te espero.

Sólo tienen que pasar unas cuantas horas más.

sábado, 7 de julio de 2018

TODAS LAS CANCIONES SON TRISTES

La verdad es que me echo de menos. No sé cómo serían antes las cosas; la memoria no me llega a tanto. Los veranos se acortan como los días de agosto en el anochecer. La voz rasgada, sin tono pero con canción, me evoca aquellas noches de calor que terminaban bajo las estrellas de una ventana que cambió de dueño. No hubo más remedio. Demasiados sueños inconclusos. Y sigue sin ser el momento adecuado. Quizá ya nunca lo sea. Quizá nunca lo fue el de nuestros padres. Puede que no sea cuestión de tiempo, sino de amor. No lo sé. Tampoco lo sé ahora, con los papeles invertidos, aunque de una manera totalmente diferente. Tampoco sé por qué cada verano es más odiado que el anterior. Lo tengo comprobado.

Ni mis palabras cierran en agosto, ni mis frases se van de vacaciones. Toda irreflexión carece de sentido desde el mismo momento en que nos la cuestionamos. No busco lamentos en las notas de mis canciones, sonoras maldiciones, imágenes sin posiciones, alegres, encantadas, con las debidas interrupciones. Historia viva de quien hoy solo ve emociones, libertad sin condiciones y simple pureza. 

Inocencia. Y corazones.

Todas las canciones son tristes, porque todas pertenecen a un pasado. Sólo algunas sirven para levantar el ánimo. Ya sólo le pido a la vida algún "Telegraph Road" completo, sin interrupciones, de vez en cuando. Sí, justo ese, el del 83. Por citar alguna canción. Una vez al año, por ejemplo... Mientras, seguiré viajando al planeta de Nueva Orleans, o soñando con "Portobello".

Debe ser muy bello.

sábado, 30 de junio de 2018

ALGÚN DÍA OS ACORDARÉIS DE MÍ

Reconozco que me cuesta mucho decir lo que siento a la gente que me importa. Quizá no haya dicho suficientes "te quiero" a lo largo de mi vida. Una vez más, hablamos de suposiciones. También supongo que he dicho más de los que estaba preparado para pronunciar. Es cierto. Entiendo que no es necesario cuando se demuestran gestos, hechos, miradas, intuiciones, llantos, lamentos... Aunque lo cortés no quita lo valiente. Soy así, no puedo hacer otra cosa. Seguramente tampoco lo necesito. Igualmente, sé distinguir a la gente que me quiere y me aprecia de la que no. Precisamente por ser así. No necesito cambiar. Tampoco me lo piden. Y no creo que en un futuro me pueda arrepentir de ello. Cada vez que procuro la felicidad de alguien estoy diciendo cuánto me importa y cuánto quiero a ese alguien. Puede que sea más fácil regalar el oido y luego ser mala persona... pero a mi eso no me sale. Lo siento.

Mi abuelo solía decir que cuando se fuera para el otro mundo, nos acordaríamos de él. Jamás me pidió que le dijéramos cuánto lo queríamos. Por sus palabras, no hacía falta... y no se equivocaba. Creo que no sólo nos hacen viejos los niños conforme van creciendo; también los mayores conforme va pasando el tiempo sin ellos. Pensar en alguien, preocuparse, preguntarse cómo o dónde estarán, intentar solucionar sus problemas o ayudar en sus vidas llevan estas palabras escritas en el alma. Y muchas más.

Las horas no dejan de ser horas, ya sean por la tarde, por la mañana o por la noche. El problema es que, a veces, esas horas pertenecen a un tiempo equivocado. Si un problema no tiene raíz, seguramente es porque es intencionado. El resto de problemas suelen tener la solución al alcance de nuestras manos. Porque por muy bajitos que seamos... los árboles siempre nacen del suelo. Y a mi me da igual agacharme que tener que pegar saltos. Querer es querer. 

Me vale cualquiera de las mil y una formas que puedan existir.

sábado, 23 de junio de 2018

EL REGRESO

Laura no volvió. Evitó mirar hacia atrás forzando la sonrisa de quien no teme la agonía, de quien nunca ha visto el horizonte con una puesta de sol bañada de color sangre. Era el momento. Por eso escogió ese momento. Se tocó el pelo e ignoró el roce con su espalda. La echaba de menos. Esa sonrisa forzada aumentaba un milímetro a cada paso que conseguía su propósito.

Me quedé mirando, sin lástima, con la esperanza en la mano y la templanza en la mirada en cierto modo desconcertada. Tan lejos, tan cerca. Animado por cada latido de mi corazón, fui perdiéndola de vista. Hasta que me giré sobre mi mismo y comencé a caminar. Laura quedó en mi mente. Sus gestos, abrazos, risas y llantos. Promesas y más promesas, a veces incumplidas. Retumbes en ecos vacíos de olvidos y juguetes rotos. Cada vez, un poco más lejos; un paso más lejos; un momento más lejos. Diferentes tamaños de instantes perdidos. Y a cada instante, un instante menos esperando la suerte de un nuevo amanecer. 

Entonces comienza el regreso, una vez más. Siempre. Con ese brillo en los ojos difícil de olvidar. Para contemplar días de luz amarilla y soles de agua caliente. De muchos veranos que parecen inexistentes, y muchas noches de luna llena de diferentes colores...

...y noches sin luna llena.  De todo hay en la vida.

sábado, 16 de junio de 2018

EXIGENCIAS Y DESEOS

Ese no es el lugar por donde viajan las cosquillas. Remate de tonto, capirote por iluso y y jazmines de poniente en la calle que une el inicio con el final. Y es que, por mucho que queramos, siempre habrá cosas que no queramos admitir. Parece que se pierde un poco la confianza, pero nunca se va a perder el amor. Aunque me tenga que esforzar el doble, o incluso el triple, para conseguir la mitad, o la mitad de la mitad... no sé, igual es solo una percepción, como cuando no me salen las palabras y tienen que usar el disfraz de lágrima. Eso sí, sin que me vean. Y eso que no tengo el poder de la invisibilidad. Dibujar la transparencia es un arte bastante difícil. Pero hay a quien le gusta lo imposible.

Reconozco mis defectos. No sé expresar mis sentimientos y, cuando lo intento, pierdo una nueva batalla por ser un mero espectador... una vez más. De mí mismo. De mi introversión, que gasta pupilas blancas y dientes inmaculados con una sonrisa color traición. Así fue desde los inicios, evitando broncas perdidas para causar buena impresión. Nunca peleo, ni cuando dejé de ser yo por unos instantes en los que falla la fuerza y acierta la razón; ni cuando miré el cielo, recién levantado, en las noches sin sueño que no abrigan ni hasta en tiempos de calor. 

La exigencia de un engaño es un engaño permitido; permitimos la exigencia, la mentira y la evidencia de la provocación. Ni los deseos duelen ni el dolor se desea.

Una exigencia más.

Un deseo menos.

sábado, 9 de junio de 2018

SIN MAR

Quien no entiende lo vivido, tampoco entiende lo pasado. De todas formas, no me voy a preocupar mucho de comprender el presente. Todo viene y va, y lo que queda casi nunca depende de nosotros. Creo que lloramos por lo que no podemos vivir y no por lo que hemos vivido. O quizá por lo que imaginamos, o lo que soñamos... Pero nunca lloramos las risas que añoran nuestros susurros de noches de cuentos con finales inventados. Después de todo, el objetivo es el mismo: buscar un sueño esquivando el miedo dando la mano a papá.

La fatiga hace mella. No importa el juego o la diversión; la rutina o la novedad; el lazo o el cartón... La esencia de la presencia impone la obligación. Los viajes no existen, y el calor casi es frío y nos resfría el corazón. No es cierto que no exista la desesperación. El problema son las formas, sobre todo cuando parece que las formas ya no lo son y el fondo subyace tus vestidos y mi ilusión. Ya no sé si dejo de ser yo o si me acercaré, un poco más, a mi verdadero yo. Es curioso, cuando tú pareces lo único y nadie más escucha a tu alrededor. Ni invento palabras ni parafraseo la casualidad; cada año es diferente sin dejar de ser igual, cómo aquellos veranos de mi infancia en los que tenía tantos juegos como días que pasaban sin poder ver el mar. Mas ni antes me importaba ni ahora me va a importar... puede que por eso aprendí a soñar.

Las vacaciones son tristes. Los inviernos, aún más... pero aún no está prohibido dejar de imaginar.

sábado, 2 de junio de 2018

VENTANAS SIN FLORES

La vida no es vida cuando no nos dejan vivir. El tiempo libre siempre es para los demás, y cuando nos sobra, duele disfrutarlo. Es muy fácil transmitir culpa vaciando sensaciones de aquellos quienes nos quieren, nos cuidan, nos miman... o al menos, eso dicen. O, al menos, eso pensamos. Y es que llevamos demasiado tiempo intentando conseguir ciertos objetivos pero, aún así, nos obcecamos en ello y no caemos en la tentación de probar cosas nuevas. Sí, pienso que sería una tentación, aunque desconocida. Eterna duda de lo que puede funcionar y de lo que no. Pienso que pagamos vida con tiempo; pienso que el tiempo nos cobra vida. Y pienso que la vida no repite nunca momentos iguales. Es como las personas... puede haber dos muy similares, casi clones; pero no hay dos iguales.

Quien no deja atrás su pasado no sabe vivir su futuro. No estoy hablando de tirar el pasado a la basura ni de renegar de él. Hablo de seleccionar. Sonreír a los recuerdos, lamentar las oportunidades perdidas, bucear en la memoria y aprender del niño que siempre tendremos dentro. Es la única forma de mantener los vínculos que de verdad nos aportan algo. Nos aportan lo que somos. Y todo esto jamás puede ser algo físico. Quizá solo la centésima parte nos puede evocar algo que fue y ya no es. Pero no pasa nada. Se pasa página y abrimos otra nueva ventana en nuestra alma. De otra forma, lo material nos lastra y nos quita la felicidad de delante de nuestros ojos.

Lo único físico que tengo de mi abuelo es una vieja foto carnet en un pequeño marco de madera colocado en un mueble del salón. El resto lo guardo en los mil cajones de mi alma que le fui reservando conforme viví. Como esos días largos de verano sentado sobre sillas incómodas en la puerta de su hogar. Frases lapidarias, paseos y polos de cinco duros. Y de postre, helado multicolor.

Cambié de ventana demasiadas veces, y en ninguna dejé una flor. Otros las prefieren marchitas y olvidan usar su corazón.

sábado, 26 de mayo de 2018

EL VIEJO PATIO

Noches de verano de radio y calor, con hamacas estiradas en el negro de la noche. Batallas de juegos inventados tirados por el suelo. Países ficticios y la cena, en la mesa de cristal. Enanos y elfos buscando por los rincones y, de fondo, una canción. De cualquiera; qué más da. Piscinas donde no hace falta nadar. Risas y llantos, fiestas, miradas al cielo. Macetas azules y canastas de metro y medio asomando al cielo de la profundidad. Peldaños estrechos; pelotas de tenis marcadas de suciedad, gatos tristes y libres y pocas ganas de estudiar. Ciclismo, cromos, música sin bailar, y el cojín del abuelo, que contaba los minutos para marchar. Si las paredes hablaran... Dicen que dejamos huella en un lugar. Y si no lo dicen, ahora lo digo yo. Creo que me faltarían palabras y me sobrarían motivos. Yo me entiendo... y también me entiende el que me entiende, aunque suene redundante.

Los lugares vienen y van, aunque no se muevan de dónde están. Roban sueños y regalan momentos. Las calles quedan vacías y los vacíos marcan las horas que cada cual quiso compartir con el patio de mi ciudad. Te haces viejo cuando recuerdas un lugar que ya no volverá. Empiezas a morir cuando lo olvidas. Ya apenas quedan luces en la calle de aquella casa que tuvo un patio que existió por algún motivo y que, por algún motivo, dejó su vida atrás...

...el viejo patio de mi vida, el viejo patio de mi ciudad.

sábado, 19 de mayo de 2018

LA DOBLE T

Daría mi vida por dos horas de mi vida. Ni un minuto más. Una petición recursiva seguramente con nulo sentido. Pero necesaria. Lo más difícil es lo que se nos presenta de la forma más sencilla. Sólo hay que intentar comprenderlo. Me conformo con eso, con un simple intento. Las decisiones no deberían lamentarse, ya que los lamentos tampoco se deciden. En definitiva, el premio tampoco tiene que ser contrario al castigo... dicen que nadie tiene los mismos gustos. Algo tendrá que ver.

Hoy me ocurre que uno frases inconexas, intentando decir algo importante, pero sin saber cómo expresarlo. Todavía no sé si se fueron los mejores años o si están por venir. La vida, de nuevo, nos hace pensar. Se acaban los sueños de 31 años mientras se cumplen los años viendo pasar los sueños. Después de todo, no hay nada que no tenga valor, aunque sea mínimo.

Terco o tenaz. Manda la doble T. Perdemos el resto.

sábado, 12 de mayo de 2018

LA ASIGNATURA OLVIDADA

Cuánto más quieres, más duele. Pero cuánto más duele, menos quieres. Es una contradicción redundante y/o inversa. Pero real. ¿Dulce? No lo sé. No me pesa la distancia sino el cariño inesperado con esa desdeñable falta de respeto de la que tanto presumes carecer de necesidad. Tampoco se me pasan tantas ideas por la cabeza. Los puñales de aire no existen, y las heridas de bala son punzantes como el filo de un fino tacón. Le pondremos un lazo rosa, un envoltorio rojo y una sonrisa azul. No podría ser de otra manera... lo digo por el color azul. Existen historias tristes detrás de cada una de todas las murallas que alguna vez soñé atravesar. ¿Y qué hago aquí? El cielo tampoco sabe responder. Hace tiempo que ya no me guiña el ojo... tanto o más desde que dejé de mirar hacia arriba.

Olvidaron enseñarnos a amar en algún tema de alguna asignatura perdida. O quizá olvidada. Cuando pienso en la gente que quiero, sólo me acuerdo de los buenos momentos vividos, de los felices, los alegres, los que nos unen, los que nos hacen vivir sin miedo a mirar hacia adelante. Momentos únicos. Desgraciadamente, no se puede pensar siempre en la gente que uno quiere. Los malos recuerdos vienen solos...

...no es necesario que nos esforcemos demasiado en ellos. No hay peor forma de perder energía; no hay peor forma de perder vida.

Porque ni siquiera la memoria puede perdonar el olvido.

sábado, 5 de mayo de 2018

EL BESO

Había luces en el suelo y hojas en la pared. Retumbaban los oídos ciegos en el rostro apagado, sin piel, de una niña castigada, abrigada, azotada sin querer, sin culpa alguna... salvo la de nacer. A veces me canso de gente cansada, y otras me basta con desviar la mirada. Todo tiene la culpa, aunque no nos pase nada. El sol brillaba en el cielo mientras jugaba con alguna que otra nube que llamaba su atención. Entré sin avisar; tampoco tuve que anunciarme. Ya se sabía que no había solución. Tampoco me demostraron lo contrario. Sin dejar de estar acompañado, actué, y me fui. Ya no volvería a ver un amanecer más. La memoria se me borró y las pausas se me hicieron eternas. Apenas recuerdo más. Una ventana roja al fondo, una silueta, un abrazo roto... unos gestos desapercibidos, unas palabras sordas, un vacío sonoro, un adiós con trampa, una esperada salvación.

Un beso en la mejilla y siete pasos lentos, cansados, mojados de lágrima viva y ausentes de tu sol. Y una maleta desordenada. Y un ordenador.

Hay cosas que se olvidan aunque no quieras, y otras no se olvidan aunque lo prefieras. La ausencia de queja no confirma la presencia de mi dolor, aunque algunas cosas se intuyen...

...y otras sólo cambian de color.

sábado, 28 de abril de 2018

YA NO VEO CUANDO MIRO POR LA VENTANA

Ya no sabemos a dónde vamos a llegar. La imaginación desborda todos los límites. Sin exagerar. En serio. ¿En serio? Mil razones me llevan a pensar que no debería ser así. Podrían decir que no me doy cuenta de lo evidente, pero la realidad es que no tengo la necesidad de creer lo que mis ojos no ven. Puede que ese sea el gran problema del ser humano. Sobre todo del noble. Si no veo que me mienten, tampoco tengo por qué creerlo. Al menos, yo soy así. Bastantes problemas tengo conmigo mismo como para interpretar la personalidad del resto de la gente que me rodea. O que me rodeaba. Porque uno reflexiona y aprende sobre lo que le ha pasado. Lo que va a ocurrir aún no existe.

Mis evidencias empañan las lagunas de los huecos que dejan los cobardes con cada paso que van dando. El futuro es de quien sabe afrontar el pasado; que realmente nunca se debe afrontar como tal, sino como aprendizaje de la realidad para saber distinguir entre quienes son y quienes pretenden ser. ¿Y si no hubiera tomado aquella decisión? No se sabe... voluntos ajenos llenos de misterio. Y risas tras los cartones de tu exposición.

Ya no veo cuando miro por la ventana. Pájaros que no vuelan, bares cerrados, persianas bajadas, gritos de niños que adelantan a sus dueños, coletas de plata, baldosas quebradas y alguna que otra hoja de cualquier árbol que delata que ya no sabemos en qué estación dormimos. Ya no recuerdo el día en que me robaron la música a todo volumen que teñía de luces mi habitación... Y así, nos pasamos la vida huyendo de los años que nos quedan por vivir; ya no sé si soy fuerte o demuestro ser débil. Aún me gusta bailar.

Y es que la fortaleza del prójimo puede ser nuestra propia debilidad.

sábado, 21 de abril de 2018

CAPRICHOS DE HUESO BLANCO

...y tintes melocotón. Ansias de protagonismo y santa devoción, con la suerte colgando del cuello rozando el llanto del corazón. Los lamentos nunca vienen solos, ni las luces, ni el calor, ni las camisas de manga larga que ocultan "tus cosas" de mi sol. Siempre me pregunté cuáles son "tus cosas"; porque a veces la posesión nos destrona y destroza los sentimientos del tú y del yo. "Nuestras cosas" se llevan mejor cuando se comparten, sin despertar, al por mayor, magnificando las verdades de los hechos, que al fin y al cabo, hechos son. En pasado. Ya no cambian, ni en forma ni en hueso. Esos son mis caprichos. Inexistentes de mente blanca, vacíos, fijos, atados, inmóviles... huesos que forman vidas y que vidas abandonan cuando morimos en cualquier beso abandonado en la mirada de tu bella flor.

El tiempo sigue pasando, pero a tu lado nunca es perdido. Si acaso, tiempo creciente, compartido, con momentos malos y momentos divertidos. Momentos. Al fin y al cabo, momentos palpables con la yema de mis dedos. Contigo. Sin derramar una palabra al vacío de la ocasión. 

Ten en cuenta que nadie muere queriendo... y sólo algunos quieren muriendo. Pero sólo algunos. 

La mayoría no.


sábado, 14 de abril de 2018

VELAS AZULES
Porque sí. Porque lo digo yo. Porque mientras nadie me demuestre lo contrario, yo elijo el nombre de mi color. La muerte no sabe bailar, ni bebe zumo de piña tumbada en el sofá. Son las cosas de la vida las que nos hacen vivir.

Encuentro cariños vestidos de luto entre la fiesta y la ropa que voy dejando tirada por mi salón. Encuentro mimos desnudos que asoman por la ventana su aroma de vainilla, café o limón. Encuentro roces de fuego que cortan el aire y el viento del aliento que exhalo cuando me acerco a tu piel. Aún no sé cómo coger el humo de tu cigarro, el duelo de tu pasado, el llanto de mi fracaso. Aún no sé cómo curar los vacíos de mi memoria, los caminos de mis zancadas, los juguetes de mis palabras... Todavía no sé apagar las velas que convergen en un sinfín de tartas color carbón y fracaso de niño viejo que sólo encuentra desolación. Quizá sople a los cuatro vientos una nueva derrota, sin ganas o ilusión, por no tener agallas, por no tener coraje, derrotas que pierden el tiempo intentando perder la razón, cumpleaños de días enteros divididos entre el amor y... sí, entre el amor y la obligación.

¿Y qué es el amor?

El amor es no cumplir años y cumplir infinitos besos cada vez que lo diga yo. Porque las fechas son caprichosas, las eligen todos menos tú, y mi libertad consiste en ser libre, despejar incógnitas, buscar solución...

Y yo sólo quiero evitar problemas. Así es mi amor.

Tú y yo.

sábado, 7 de abril de 2018

HORAS SON HORAS

Hoy me desperté en el jardín de los deseos. Desesperado por subir a esas nubes intactas de pasión, lúgubres de sensación, con la vista es las alturas y las risas en el rincón de bolsillos de piedras llenos y lamentos de ratos buenos ocultos en el corazón. Así es el cantautor. Quizá demente, quizá senil, quizá sin suerte, sin síntoma febril. Me junto a tu lado, entonces, y pruebo todo lo que se ocurre sin pensar demasiado en el grueso de las líneas que tienen tinta negra y caligrafía china. Puede parecer que escribo por escribir, pero no todo parece lo que es. Simplemente, titubeo. Parpadeo, e incluso a veces tartamudeo. Y todo a la vez. Impresionante.

Ni soy lo mejor en algo, ni soy lo único en algo. Tampoco lo único es lo mejor. Simplemente es eso, lo único, lo que no ofrece alternativa ni solución. Da igual. No consentimos el error propio, y eso ya es un error de por sí, porque sí que permitimos el error ajeno. Puede que tenga que ser al revés... pero eso lo meditaré otro día. Ahora me quedo con los hechos, con las facilidades que esconden las dificultades, y con las dificultades que no existen, que se basan en el tiempo y que, al fin y al cabo, es lo que importa. El tiempo empleado. Lo demás, siempre será banal. Limpiar o dormir, pasear o vigilar... horas son horas.

Y esas no vuelven más.

sábado, 31 de marzo de 2018

SE ABRE EL TELÓN

La cantidad se mide en función del tiempo. Un simple número puede ser muy grande y muy pequeño al mismo tiempo según se compare en esa delgada línea de tiempo que cambia circunstancias de lugar, pero no cambia los lugares de las circunstancias. Los cumpleaños de la infancia suelen ser atemporales... conmigo lo fueron, pues no se es consciente de lo lento que pasa un año cuando eres pequeño y de lo rápido que pasa cuando añoras la inocencia. La celebración es lo de menos. La fecha en sí también, en cierto modo. Lo importante es el recuerdo. Velas de algodón, nubes de chocolate, risas de jaque mate, dulces, vagas, color marrón, marionetas de pelo cano, dibujos de tiza carbón, gritos y globos flacos, gruesos, lustrosos, con juegos y saltos cortos y juguetes en tu cajón, ventanas abiertas al viento, cerditos, perritos y pelotas que ruedan por filamentos que escoden las cortinas que guardo en mi salón. Golosinas de humo dorado, olores de fresa y melón, piel suave, roces y besos con sensación. Verde esperanza. El favorito de mi cielo que forra con terciopelo la alegría de mi razón. Y manjares suculentos, y algún que otro lobo que asusta con las palabras cuando lo permite mi corazón.

Un escenario de lujo para esos cumpleaños que se esconden tras el telón...

sábado, 24 de marzo de 2018

IMAGINACIÓN

Una vida cambia en menos de lo que se tarda en hacer un chasquido con los dedos. Nos culpa la inocencia y nos delata la verdad; no la tuya, ni la mía. La verdad real, la que pone las cartas encima de la mesa y esconde las excusas bajo la falda de cualquier persona. Encuentro cierto clímax mortal de necesidad en el cual me veo capaz de todo. Y todo es todo; no es sólo aquello que uno es capaz de hacer, sino que además se incluye aquello de lo que uno es capaz de soportar. Es decir, lo que hacemos, pero también lo que nos hacen. Todo. Sin excepción. Llevo meses con esa sensación de que algo importante va a ocurrir en mi vida, pero no sé definir exactamente el qué. Tampoco el cómo ni el cuándo, obviamente.

La imaginación puede ser parte de nuestra salvación, porque si somos capaces de imaginar todo, absolutamente todo en cada una de sus variantes, también deberíamos ser capaces de prevenir todo lo malo que podamos imaginar. O, al menos, buscar una alternativa. Y yo siempre la tengo...

...aunque la tristeza no se detenga, la rabia no se destruya ni la razón no se mantenga. Lo que tengo claro es que el tiempo no vuelve la vista atrás, y cada mal rato vivido es un momento de felicidad no vivido. Y yo sólo quiero ser feliz. A mi manera. Seguramente incomprendida... pero no conozco otras maneras. Es como las yemas de los dedos: no hay dos iguales.

sábado, 17 de marzo de 2018

EL FUTBOLÍN DE MUELLES


Siempre quise tocar el cielo y el mar en algún lugar que pudiera parecer equivocado, difícil de soñar, lleno de naufragios imposibles que nos impiden volar. Como si alguna vez hubiéramos podido... piezas dispersas en el suelo, áspero, vacío, con la amplitud justa y también la necesaria. Juguetes rotos. Calles antiguas de un casco inamovible. Quieto como el silencio, silencioso como la quietud. Figuras de indios y vaqueros, cromos, fútbol imaginario, lápices en blanco y negro y toboganes sin el recuerdo de las bolas que caían en las risas de una infancia, desperdigada en aquella casa inexistente por necesidad. Algo incomprensible. De pequeño no entiendes por qué la gente se muere. Sólo entiendes que se puede morir, pero que es demasiado difícil como para estar todo el rato pensando en ello.

Ahora pienso en los niños que nos toca por vivir, por cuidar, por proteger y valorar las sonrisas regaladas, con infinita ingenuidad. Flequillos irregulares y chupetes a los que encomendamos parte de nuestra felicidad. Niñas sinceras, que roban esos momentos que hieren las lágrimas de la memoria que no podemos recordar... ni tampoco queremos olvidar.

Y ahora que pienso en ese cuarto que nos enseñaba las vigas de madera al pasar, ahora que recuerdo ese pasillo oscuro, teniendo juegos a la izquierda, donde la tele apenas vivía y los escalones bajaban a un patio casi secreto y lleno de paz, ahora que sueño con volver a estar de rodillas ante mil juegos y peligros, con puertas contiguas en esa vieja vivienda, justamente ahora... lamento esos muñecos perdidos en cada rincón de aquella habitación que tuvo tanta vida y tanta ilusión. 

Eran rojos y azules, con un muelle en los pies para hacer palanca en el suelo y disparar el balón a la portería de aquél futbolín de suelo verde que mi tía Maruja me compró por un motivo que ya olvidé. Es una pena que olvidemos los motivos de las cosas importantes y recordemos las venganzas de las cosas nimias. Y es que tuve que tomar una decisión muy importante en mi vida: o el futbolín o el barco pirata de los playmobil... No sé si acerté o no; lo que sí sé es que no me equivoqué. No todos los niños tuvimos la suerte de tener una tita Maruja a nuestro lado...

...la vida sería de otra forma muy diferente. No me cabe duda.  


sábado, 10 de marzo de 2018

CARENCIAS BÁSICAS

La culpa vive en mi. Es cierto. Me siento culpable de demasiadas evidencias y ahora estoy sufriendo las consecuencias. Evidentemente, no puedo controlar la mente enferma de aquellos que usan su inteligencia (escasa, supongo) para hacer el mal. Las luces brillan en el horizonte y el tiempo transcurre rápido, cada día más rápido; vamos lanzados a nuestro final. Apenas nos damos cuenta de los años cumplidos por nosotros mismos... pero los que cumplen los demás, nos hacen viejos. Cualquiera pinta cuadros en las paredes de mi corazón. Hay noches completas, largas y continuas. Y hay noches aisladas, sin sueño y vacías, incompetentes e inconclusas. Nadie retiene el sueño por gusto.

Cambiamos el estilo de vida según la vida nos cambia a nosotros. No podemos hacer nada para evitarlo porque no siempre es suficiente con lo que nos basta. El problema es que el riesgo es doble, y si no queremos correr con dicho riesgo, nos arriesgamos a estar siempre igual. Igual de bien o igual de mal... pero igual, al fin y al cabo.

La paciencia guarda sus secretos. El primero y básico es no perderla por nada del mundo. El resto de sus secretos están supeditados a este tan básico y fundamental. Y ahí está el problema, que lo básico, para algunas personas no existe. Igual que los motivos. Pienso ahora en el pequeño Gabriel, y ciertamente, no encuentro motivo alguno para justificar tales actos. Pero nadie puede saber el motivo de los demás. Somos humanos.

Y así son los humanos... carentes de humanidad.

sábado, 3 de marzo de 2018

PUÑALES DE ACEITE

En un mundo imperfecto prevalecen las armas blancas, el fuego del caído, las balas perdidas y los insultos pintados de color rosa. Esquinas donde todos miran y nadie parece escuchar. Todos sienten y nadie parece pensar. Papeles por interpretar. Tirados al aire, salados como el mar. Húmedos. Sin pasos. Letras que hieren y recorren el aire sin avisar. Lágrimas de vino amargo o traiciones, así, sin más, que se escurren por mis manos y manchan la dignidad de quien se considere digno... que no todos lo pueden afirmar. Quizá me esté equivocando de amistad. O quizá te equivoques tú, o ambos... o nuestra mitad. O alguien que no tiene nombre y guarda bajo la falda un puñal bañado en aceite para que pueda resbalar.

Después de todo, reina el desconcierto. Los labios pronuncian palabras que a veces ni se pueden soñar, y los sueños hablan por sí mismos. Nos volvemos impersonales, con alma de Caín y rezos sin razón, motivos para morir sin sentida compasión. Todo lo que divide puede sumar, aunque sea poco, mínimo, inusual. Nadie pide nada a cambio. Sólo poder estar. Porque siempre intento ayudar a los demás hasta cuando no puedo ayudarme ni a mi mismo.

Yo sufro por los dos, y parece que nadie sufre por mi. Y sin sufrir me trago el caldo del amargor, el río del veneno, la dulzura de tu amor. Puñales que queman en silencio...

...cuando escucho tu gélida voz. Porque la culpa no es tuya, y las víctimas, un millón. No eres la única que llora en mi balcón.

Así soy yo.


sábado, 24 de febrero de 2018

MATANDO MI SOLEDAD

Suspiros desesperados en mitad de la noche. Cualquiera crea pañuelos de tinta negra y piel de lino blanco. La frivolidad juega con la fortuna mientras el destino no hace otra cosa que esperar, sin tener que soñar despierto los sueños que viajan en mis nubes de buenas noches que mantienen los ojos entreabiertos mientras vuelan a ras del mar; o de la calle, llamada carretera, bañada por ríos de achaques que mueren con el murmuro de la ciudad. Y es que cuando no encuentro explicación no merece la pena perder el tiempo en buscar; la explicación, se entiende. Es otra forma que tengo de madurar: lo que sé que no puedo encontrar... intento no buscarlo si me lo tratan de ocultar. Falsas filosofías de la vida. Falsas vidas carentes de moral. Moral tiznada de alma, alma que mira sin mirar. Niños que buscan remedios a problemas de los demás. Inconscientemente. Sin mirar. Como el alma que no tiene moral. 

Hay guerras que no se ven; bandos que tienden una mano que esconden partes confesas que nos apuntan con un puñal; bandera blanca manchada de cal, que se esconde para ocultar un color que tiene vergüenza difusa y asta de cristal. Sólo existen en tu enfermedad.

Me sorprende el color de la vela que sostiene el fuego de la incredulidad. Fortaleza campechana, cojera y debilidad; factores que arrebatan de mis manos el exceso de ingenuidad. Ya no me sorprende nada. Todavía me buscan por las farolas de mi ciudad. Luces que hablan por sí solas, secretos de mi oscuridad. Cada día está más lejos tu mentira, y más lejos mi verdad. Verdad de la buena. Me cansa tu exceso de pena y me apena tu realidad...

... ya me encargaré yo de matar a mi soledad. Aunque sea con tu puñal...

sábado, 17 de febrero de 2018

YA NO TENGO BALCÓN

Lo sutil combina con el violeta de algunas miradas; pero mis ojos son olvidadizos. A veces, escribo lo que quiero leer... otras, leo lo que quiero escribir. Por tanto, pierdo la primicia y busco la originalidad. Corazones partidos hay en todos los ámbitos. Luego vienen los llantos de heridas superficiales, celos y cansancio, aunque sólo sea por puro agotamiento. Mi mirada olvidadiza me atrae a lo inesperado, contempla regalos que cumplen años, tartas que cumplen años y sonrisas que se hacen mayores con el paso de los minutos. Sí, también cumplen años. Unos ríen y otros mueren, sin que la edad tenga nada que ver. Porque no existe lo lineal, y no hay nada en la vida que no sea cíclico. Lo lineal es etéreo. Finito. Cansa y no conoce el sabor de la tristeza. Es efímero. Todo lo que importa da vueltas, una tras otra. Los que hoy ríen, mañana buscan consuelo para sus tristezas. 

Pero siempre existirán las risas. Se quiebran según la fragilidad del lápiz que las pintó en el lienzo de la vida. Sólo tenemos la libertad de escoger el color de dicho lápiz. Mientras existan risas, no recordaremos el cansancio, ni los caminos en círculo, ni el color de la sangre. Olvidaremos la existencia de la infancia propia... pero recordaremos la infancia de los demás. 

Ya no tengo balcón. Lo tiré por la ventana cuando quise abrir sus puertas y contemplé las alas muertas de quien no le da la gana de hincar suerte y corazón; mi carroza va desierta... migas de cartón. Y sólo veo sombras. Y palomas muertas, mientras suena otra vez mi canción... 

...que se escapa por la ventana. ¿Por dónde si no? Ya dije que ya no tengo balcón...

sábado, 10 de febrero de 2018

PALABRAS SESGADAS

Nos pasa a menudo que no sabemos si vivimos o morimos. A medio camino entre lo oscuro y lo brillante. Odioso y pecaminoso. Soy muy simple. Lo reconozco. Indefenso. Con miedo al temor. Ingenuo y olvidadizo, aunque no siempre todas las mitades son iguales. Si no recordara una obviedad cuando tengo que memorizar dos... sí, me definiría un auténtico desastre. No importa si mi mitad es la de un vaso o la de una piscina. Mitad es, al fin y al cabo. La otra mitad es de los demás, sin importar el tamaño. Es cuando caemos, una vez más, en el error de siempre. Nos gusta lo oblicuo. Sesgamos la realidad y nos bañamos en la misma mierda una y otra vez, sin pensar, sin querer lo que decimos, sin decir lo que queremos. Tengo que acostumbrarme a jugar siempre en desventaja, a no aprovechar los fallos del rival y, sobre todo, a obviar lo obvio y a respetar lo complejo. Ya dije antes que soy muy simple.

No lo entiendo. Porque hay mucha gente que se mete en la vida de otra gente y no le pasa nada. Ahora vendrá el silencio y la angustia, la evasión y la involución, la obligación y la huida de una libertad que no tiene moral, pero sí muchos complejos. El roce está prohibido. La palabra quedó muda...como sesgada.

Y la vida murió conmigo, y yo viví por morir una vida más. Palabras ingenuas. Como yo.

sábado, 3 de febrero de 2018

CENIZAS EN TU CAJÓN

Cuadros enlatados. Puertas de metal. Muros desviados de la atención casual de la vida, de la tuya, de la suya y de la mía. Cual imaginación con forma de cajón semicubierto por la natural labor de un abogado defensor que tira las cenizas del tabaco maloliente que fuma en su interior. Injusto y cruel; pero dispuesto a encajar cualquier tipo de golpe. Y a la salida del trabajo me encuentro con unos ojos inhóspitos que desprenden sueño hedor de vagabundo y buscan descanso como agua de mayo dibujando ojeras en la línea del sol con la noche, que aún es invisible. Y entonces paseo, espero, observo, pienso e incluso, a veces, hasta pienso. Sueño con ganar concursos sin presentar candidaturas válidas en tiempos incompletos, pero prometidos. Seis patas corren más que dos y viven más que cuatro cuando recojo todo el frío del amanecer en mi pecho a la altura de los volantes que apenas abrigan una especie de soledad algo indistinta, perturbadora, genial en la sombra y opaca en la oscuridad.

Pero aún pienso en ti, presa del dolor, reina de la fortaleza que soporta la voz de la condecoración que cada cual impone, de forma invisible, a quien ama, a quien manda sin sobrepasar la protección de la infancia, de las infancias que no tienen más que hacer que cumplir horas, años, escaleras de infinitos peldaños, sueños, engaños y hasta promesas de felicidad indebida. Así son los niños: no se dan cuenta de lo que dan así como tampoco perciben lo que reciben. 

No me molesto en buscar en las cenizas del cenicero de tu insuficiencia. Es inútil. Cuando el humo se desvanece la vida nos vuelve a mentir y nos recuerda lo de siempre... que lo evidente suele estar ahí, siempre presente.

Sólo busco héroes que me ayuden a encontrar. Buscar, buscamos todos. Hasta en la basura. Hasta en las cenizas... estén donde estén.

sábado, 27 de enero de 2018

TELEQUINESIS

Puedo leer tu mente simplemente con mirarte. No llores a través de la ventana que se abre en mi corazón cuando tengo la oportunidad de mirar tus ojos. Sé que es poco tiempo. Pero el tiempo se queda ahí, sin importar la duración. Sólo importan los roces, las sonrisas, las miradas, los gritos y las voces, la espera y la poca paciencia. Siempre que me ves corres a mi encuentro. Siempre me ganas. Y es lo que me da fuerzas en momentos de debilidad. Y mientras eso exista, tendré que luchar. Y lucharé aunque muera en el intento. 

A veces me puede el desanimo. El conformismo gana la batalla y es inevitable echar siempre la vista atrás. Aunque no es aconsejable. Entiendo que la gente lo ha pasado mal, y lo sigue pasando mal. Yo también formo parte de esa gente. Lo que no sé es si me entienden a mi. No quiero ser víctima, pero tampoco ejecutor. Espero, iluso de mi, que se den cuenta de lo mismo de lo que yo me doy cuenta. Entiendo que es imposible, como lo son tantas y tantas otras cosas. 

Como dije antes, soy un iluso, y lo seguiré siendo. Demasiado inocente para comprender la complejidad de las personalidades arrolladoras y descomunales que poseen algunas personas. Después, cara a la galería, pueden parecer mentirosas, prepotentes, orgullosas, vanidosas... pero eso es una ventaja según a quien tengan delante. Es más fácil perder cuando juegas en desventaja. Mientras la vida siga dando vueltas, todo puede pasar; y si se detiene...

...ya intentaré darle yo un empujón, aunque se me caiga por el balcón. Seguiré practicando mi telequinesis, a ver si puedo mover la razón que me mueve a mi mismo.

sábado, 20 de enero de 2018

EL SEÑOR DE LOS SUSURROS

Hermoso camino de piedras descalzas que mojan la lluvia cuando rodean la orilla que da al mar. Plagada de arena, con luces y sombras, color amarillo en el papel que los niños poseen y custodian cual tesoro infinito e intenso que un día dejarán volar. Como los sueños cuando ven el mar. La lluvia cae desierta en los bancos de mi soledad. No me sueltes de la mano, que las despedidas no son sinceras cuando los besos no son de verdad. 

Observo flores color arena; tu arena sin sal. Yo escucho las gotas del cielo mientras tú hueles las huellas que mis susurros dejaron ahí, tan cerca del mar. Tan cerca de ti. Tan cerca del agua que cala mis versos sin perder las historias que me quieras contar.  

De vez en cuando es necesario olvidar y aprender. Lanzar las vivencias al vuelo y dejarlas tiradas en ese rincón, en ese donde caigan, pensativas y solitarias, limpias, vanas de tristeza, plenas de momentos en blanco y negro. Consecuentes con sus propias historias. Todos tenemos un precio y una historia que borrar, y ambas cosas son iguales de inseguras. Ninguna nos va a matar.

Me alcanza la noche con zancadas de abril y me acurruco, como siempre, junto a ti, buscando tus guiños y roces en mi camisa gris. Que se hace de noche, cariño, rojo carmín, que aún yo soy niño y tú flor de jardín. Y ahí siguen los susurros. Ahí. Ahí, rondando tu cuello sin mis botellas de marfil. Señores si rostro, susurros sin fin. 

No, no lo niego... me gusta así.

sábado, 13 de enero de 2018

LOS OJOS DE TU SONRISA

Movemos el mundo a pedaladas. A veces se nos escapa el pie y la vida nos transmite su vaivén, nacido de la inercia y moribundo de la necesidad de morir. Todos la sentimos. Aunque nadie la deseamos. O casi nadie... que algunas cabezas no están en su lugar; mientras que otros lugares no tienen cabeza... ni pies. El miedo le gana a la ansiedad, el frío a la calma, el ruido al calor, la decencia a la enfermedad y el ritmo al pudor. Y así hasta mil calificativos propios, prohibidos y previstos hasta que, esta vez sí, la invención gana a la propia invención; es decir, se gana a sí misma. Algunos lo ven, otros lo imaginan y la mayoría lo ignora. Es lo que pasa en la vida real.

Cada vez estoy más convencido, cada día lo tengo más claro. ¿El qué? No, aún no lo voy a decir, porque hasta yo mismo sigo luchando con mis dudas; bueno, mejor dicho, contra mis dudas. Porque la fidelidad forma parta de la vida, ya que todos le vamos a ser fieles a la muerte. ¿O no? 

Siempre habrá una iglesia que veamos a lo lejos, una silueta de un pueblo pequeño y acogedor, ajeno al ruido relleno de nueva melancolía. Ya no valen los cuentos de lobos que crecen mientras la luna se acuesta más tarde y el sol olvida que nunca duerme. Sobre todo de noche, en sus intentos de robarle la luz blanca en vez de pedirla prestada. A las estrellas, por ejemplo.

Y mientras mueren poetas, nacen destellos que hacen brillar los ojos de tu sonrisa. 

sábado, 6 de enero de 2018

LOS REYES TAMBIÉN ROBAN

Acoso de papel. Lluvia de sueños y sonrisas, muchas sonrisas cargadas de emoción que desembocan en lágrimas de excusas perfectas y vacías de razón. Sonrisas de colores según la ocasión. Y la devolví intacta, sana, feliz. Sintiéndola robada de dulce mirada y frustrada sensación de quien abandona, a la fuerza, un amor sin ningún tipo de perdón. Allí se quedó, con la mano blanca de nieve nueva, caída como sueños que despiden vínculos caminantes sin la compañía de su piel, de sus ojos, cómplices sin miradas ni sonidos de quejas constantes que emiten las que no deben y omiten los que, al parecer, no sienten.

Pero el dolor va por dentro. Los Reyes también roban. Y llegando a mi destino mi alma aprende a decir adiós, hasta la próxima, que no quiero contar los días para ver mil caras de ilusión, mil ojos que miran cada esquina de mi rincón. Mil juguetes que juegan sin suerte... y sin color. Porque no cabe consuelo aunque diga que no, que no quiere ir a ese pueblo sin fin. Y me quedo con rimas pendientes para ocultar mi desazón.

Todo termina. Entonces, aparco el coche, subo el ascensor y abro la puerta que rodea mi salón. Ahí tengo un espejo, a imagen y semejanza del anterior. Y mira hacia el pasillo y grita: "¡Nana... ven!" 

Entonces vuelvo la cabeza y escucho silencio, veo oscuridad, toco recuerdos...

...y sonrío paz. Porque nadie puede quitarme lo que solo yo puedo tener. El resto que se quede con su envidia...

Envidia de tontas. Estoy seguro.

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