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sábado, 28 de octubre de 2017

COBARDE HASTA EL FINAL

Esta semana aprendí a olvidar cuando, sentado en el banquillo, recordé que la verdad se puede esconder tras una máscara que la justicia se encarga de maquillar. Mentiras y tiempos muertos, caras llenas de suciedad y nervios, muchos nervios por un temor justificado: la justicia está tan ciega como la vara de medir verdad. Allí sentado pude comprobar que no han perdido ni un ápice de cobardía, esa que usaron para camuflar una realidad que día tras día se hace patente en una forma de caminar, mirar, sentir, llorar, abusar, mentir, estorbar, susurrar, engañar y manipular. Nada de eso ha cambiado, y no creo que vaya a cambiar. En este juicio llamado vista aprendí muchas cosas más, como que los abogados buscan cualquier letra bis de cualquier punto bis de cualquier artículo bis de cualquier ley escondida en un cajón para intentar desmontar lo que la razón entiende. Aprendí que no son capaces de mirarme a la cara, que la escasez de vergüenza la llevan de bandera y que los argumentos brillan por su ausencia amparados en recónditos apartados de leyes que, esta vez sí, puede que den razón, pero carecen de toda lógica en el ámbito jurisdiccional. 

Finalmente, vi cómo engañaron a todo ser razonable que intentó negociar, con falsos acuerdos e intenciones de buena fe. Esto no quise aprenderlo... debes tener el título de ruin para poder hacerlo. Y ahí la justicia cayó en su propia trampa, ampliando un plazo que nos llevará, con toda seguridad, a una nueva vista seguramente más radical, sin medias tintas y donde todo puede pasar.

Pero, ¿quien dijo miedo? A mi se me está quitando el miedo hasta a volar. Volemos, pues, y veamos desde el cielo si la ley es justa o, simplemente, si la justicia es legal. Porque hay quien mira de frente... y hay quien no se atreve ni a mirar. 

Que cada cual elija su bando.

sábado, 21 de octubre de 2017

VIDA, LUCHA, PASEOS... Y MAR

Volvamos la vista atrás. Relojes perdidos sin tiempo para buscar. Una boda no marca una vida; una vida no marca el final. Supongamos no haber vivido bajo ese yugo de cristal. Supongamos caminar. Supongamos que mis pies pisan un viento suave que ha olvidado cómo volar. Paseos largos junto al río, hojas de otoño aisladas por el sol; sonrisas de nube y lágrimas de azúcar con luces en blanco y negro de tonos grises multicolor. Recuerda: sólo estoy echando la vista atrás. 

Quien me conoce sabe cuál es mi forma de actuar. Cuál es y la que siempre será. A veces, uno se cansa de esquivar, de apartar el dolor de mi lado, de pasar rozando los flancos de la superficialidad. Pero eso sólo pasa a veces; el resto del tiempo, la vida me enseñó a luchar. Nadie permanece impasible, estanco en la obviedad, pasivo en la calma del tiempo que siempre, queramos o no, nos va a cambiar. Yo aprendí a hacerlo. A cambiar. Sé que es difícil, que cuesta, que la fuerza no siempre basta y la franqueza traiciona a cada paso que da... pero no voy a hacer encaje de bolillos para tener que firmar la paz. 

Que lo hagan otros. Las personas nos cambian. La vida nos cambia. Es cierto. Yo aprendí a luchar, y en poco tiempo, la verdad. Hay quien dice que no nos reconocen, que hemos cambiado para mal, que antes éramos de otra forma... esos, esos son los que no saben ver que la vida nos enseña a evolucionar.

Y ellos son los incapaces en evolucionar. Rebelde sin causa, no te olvides de nadar, pero antes... tírate, tírate al mar. 

sábado, 14 de octubre de 2017

VULNERABLES

Rayos al aire. Sueños en el cielo que llevan al subsuelo el color de la oscuridad. Esperanzas disueltas o culpas desiertas. Escoger no es lo mismo que elegir, pero a veces las diferencias son demasiado sutiles. La lucha verdadera nunca es por nosotros mismos, sino para con los demás. Sobre todo, aquellos que nos necesitan de verdad, dependientes sin pregonar e inocentes por obviedad. No sólo los fuegos son artificiales. El honor y la fuerza pueden serlo por igual, dependiendo de la conciencia de cada uno. A veces, la mejor solución para arreglar el mayor de los problemas puede ser aludir al sentimentalismo. No es necesario definir de qué tipo. Pero esto sólo ocurre a veces...

La mayoría de las veces somos débiles, vulnerables ante el adversario, que nos conoce bien y que sabe aprovechar nuestros defectos, anulando nuestras virtudes. Una debilidad que nos hace sentir el fracaso en nuestra piel y el olvido en nuestro corazón. Pero hay quienes no tienen corazón, por lo que el olvido cae en el olvido, valga la redundancia, y así sucesivamente, palo tras palo, dolor tras dolor, infancia maltratada cual problema sin solución.

Lo mejor que le podemos dar a un niño son los recuerdos. Afortunadamente, cantidad no es mejor que calidad. Cantidad es lo fácil, sobre todo cuando juegas con ventaja. A buen entendedor...

sábado, 7 de octubre de 2017

RECUERDOS Y AGUA

Nos sobran los motivos y nos faltan las razones; aunque creo que esto ya lo dijo alguien antes que yo.  Existe un pedestal que gobierna ciertas mentes de personas que se creen superiores, incluso divinas, diría yo... pero no ven que dicho pedestal lo tienen encima de la dignidad. Y siento tristeza por ello, y por todo lo que arrastra. No hay nada de malo en mendigar, salvo que forma unos prejuicios vanos de conciencia y que, a veces, no me impiden pensar el antes y el después. Es increíble comprobar que el orgullo nos pone una zancadilla tras otra para acabar, finalmente, fregando suelos o limpiando mierdas. Porque, después de todo, no vale nada el que vale mucho pero no sabe demostrarlo. Y esto es algo que no es ajeno a nadie.

El agua limpia y purifica, humedece la maldad, moja nuestros labios cuando no quieren ser besados y seca nuestra piel actuando con frialdad. Después de todo, no somos más que recuerdos y agua. Grietas y cristal, dibujos en los bordes de un espejo, caminos de trapo viejo que secan mi lengua con sal, siempre racional, sin reflejo, una veces casual y y otras, circunflejo; ya me da igual, no lo paso tan mal con cara de perplejo. Porque si quieres llorar... llora, que yo te dejo. 

No olvido que los recuerdos son de agua... y a veces, nos salen por los ojos. No, no olvido.

Ni me quejo. Tal cual.

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