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sábado, 31 de diciembre de 2016

UVAS DE ALGODÓN

Y otros menesteres propios de un día como hoy. Más valdría emplear nuestras fuerzas en lo que realmente es necesario y no usar tantas bolsas de cotillones vacías de verdad. No, no quiero que me creas. Me refiero a la verdad como vocablo, no a la verdad de una bolsa que, por sí misma, no tiene sentido. Así es la gente que vive flotando siempre en la misma burbuja, llena de vanidades y suero envenenado para mentir. En fin, no puedo decir más cuando lo primero que brilla por su ausencia es el respeto a los demás. 

Poco a poco me voy liberando. El abanico de la indiferencia se va haciendo mayor, mientras que la ignorancia a aquello que no vale nada se hace más fuerte. Es cierto. Hay heridas que no dejan de sangrar en la vida, pero no por ello son mortales. Incluso, si sabemos mirarlas desde el punto de vista optimista, nos pueden beneficiar. Quiero creer simplemente en lo bueno de las cosas, y con lo bueno de las cosas me voy a quedar. Algunos creerán comer uvas de algodón desde su privilegiada posición en un mundo imaginario y puramente ilusorio lleno plagado de cuentos infantiles escondidos tras la sonrisa de la falsa devoción. Devoción tenemos todos, ojo; no nos equivoquemos. El egoísmo es sólo para quienes hacen uso de él, así que son cosas diferentes.

Terminaré por no creer en las casualidades. Por pensar en que todo pasa por algo, como dije antes. Y si no lo dije, lo digo ahora. Lo que sí he dicho otras veces es que una fecha no deja de ser una fecha. Puedo celebrar que estoy en el 2017 en marzo si me da la gana. O si me apetece. Sigo afirmando que cumplir años no sirve más que para envejecer el cuerpo y seguir liberando la mente. Mantengo que puedo ver a cualquiera de mi familia o amigos un día diferente al de Navidad. Y que aquí no hay nadie Santo... quizá es que el día de mi onomástica no me puedo morir... En fin, que la vida es un día cualquiera y en un día cualquiera puedes vivir toda una vida. Yo soy feliz entendiéndolo así.

Y ahora, que tengo tiempo, si me lo permiten, voy a estudiarme un poquito mejor ese cuento que tanto me piden, el de Caperucita Roja... ¡Ah! Y el de los tres cerditos. ¡Noa! ¡A dormir! Había una vez...

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