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sábado, 8 de octubre de 2016

VENTANA TRAS VENTANA

Mi primera ventana fue la timidez. Se escondía tras la calle de mi habitación y se asomaba con la música a toda voz. Ilusionaba y sentía la libertad del aire rozando los pelos imberbes de mi rostro. La tuve tanto tiempo, que siento nostalgia de ella cuando el resto de ventanas tratan de suplantarla. Es algo que nunca sucederá. No queda casi nada de esa ventana, pero cuando la pienso y la veo, al mismo tiempo la deseo. Deseos de un pasado que nunca volverá. 

Luego tuve más ventanas. La siguiente se quedó lejos, vacía, sin alma. Distante y pequeña, solo pronunciaba voces en dirección contraria... La tercera ventana huía despavorida del agujero de un balcón. Me daba la espalda y sufría tanto como yo... así que quise comprar una ventana que estuviera cerca de mi corazón. Pero no acerté. La cuarta ventana quiso ser pasión, pero por no ser, ni ventana nació. Era una puerta que arrojaba luces a mi ordenador. Y cuando pasaba la puerta no veía otra cosa que un suelo lejano y un terrazo tirando a simplón. Tampoco pude permitir dejar pasar por aquella puerta nada que me robara la razón.

La quinta ventana fue la que me engañó. A ras de suelo, su amplitud mostró tanto de mi que, aún con barrotes y todo, dejó escapar las lágrimas de ilusión. Parecía haber encontrado la mejor ventana que pedía mi sentido de la orientación. Pero resultó ser una barrera que jamás quiso ayudar a quien mejor la trató. Y ahí se quedó.

Ahora miro por mi sexta ventana. Trae lluvia y sol, y deja salir las letras de mi canción. Enseña gente, balcones, bares y fumadores, y baldosas de todos los colores. Enseña libertad, y deja entrar insectos mientras puedan volar. Y también se abre de par en par. No sé si es buena o esconde maldad. Cuando encuentre otra ventana, os lo podré contar...

...aunque ya no quiero encontrar más.

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