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sábado, 15 de octubre de 2016

CAPERUCITA ROSA

Hay fines de semana y fines de semana. Sin y con. Pares y nones. Blanco y negro. Llenos o vacíos. Este fin de semana está lleno de vida, de ilusión, de niñez, de infancia, de entrega única e incondicional... así se compensan los que están vacíos. Como se suele decir, unas veces se gana y otras veces se pierde. Quizá la otra parte piense lo mismo, pero hay una parte, la más pequeña, que seguramente siempre pierda. La más inocente, la menos culpable, es la que paga los platos rotos. Eso también suele pasar. Así que no me vengan ahora con que la vida es así y que lo justo es lo justo; que, en cierto modo, no dejamos de ser egoístas en todos los momentos de nuestra vida.

El papel celofán con el que hoy miraba sus ojos tenía colores cálidos. No hay que creerse todo lo que dicen cuando se tienen ciertas edades, aunque sí hay que sospechar todo lo que no se cree. Mas aunque no quiero pensar mal, siempre tendré que pensar mal o, al menos, regular. Buscando ese término medio me hallo, que no crea que exista, como mis fines de semana, que son siempre a sí o a no, a verdad o a mentira. En fin, no me voy a repetir.

Yo, teniendo cuidado, me conformo. Sé lo que es, sé lo que hay y sé lo que hago. Cualquier cosa se puede volver siempre en contra. No lo digo por mi, porque yo lo tengo siempre presente. Que cada cual haga sus cuentas. Y que cada cuenta busque su protagonista... cada cuento, quería decir.

Que ya soy muy mayor para creer en lobos y caperucitas rosas...

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