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sábado, 3 de septiembre de 2016

UNA DE SIETE

Oportunidades perdidas. La vida es corta y el sueño, infinito. Gustos obligados a pesar del tiempo. Minutos que son segundos y días que se convierten en horas. Y en cada estrella vive una luz que se desvanece con un suspiro de cierta incomprensión.

No importa que sean las 3 de la mañana mientras Genesis suena por los auriculares para ayudar a mantener el alma despierta. Nos enfadamos sin motivo y nos alegramos de las desgracias ajenas... sobre todo, si son ajenas a los demás y un poco como si fueran nuestras. No existe luz sin oscuridad. Tan difícil es combatir el sueño como aliarse con él. Los nervios son los nervios. Le ganamos un centímetro a la vida cada vez que intentamos no creer lo que parece evidente. Septiembre es septiembre, y siempre vamos a vivir en el mes que nos merecemos. Por mucho que tarde el agua en caer.

Una de cada siete noches termina siendo siempre única y diferente de las demás. El problema es que no sé cuál es esa noche. Llegado el momento, puedo llegar a ver zombies por la carretera o escondidos tras los arbustos. 

Una de cada siete sigue siendo una. Y las seis restantes, estén por pasar o hayan pasado, ya no cuentan, no existen, volverán a ser noches. Una más. De cada siete, sin nada que esperar, las noches siguen siendo oscuras y el día siempre pasa buscando otra más.

En una de cada siete quedan seis por pasar, mientras viajo por mis auriculares al Planeta de New Orleans...

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