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sábado, 16 de mayo de 2015

LA CICATRIZ DE NUESTRO DESTINO

Es como desmontar un mito, mientras escucho los punteos de una guitarra. Recuerdos que son canciones que se convierten, a su vez, en recuerdos. Siempre palpé una excesiva fragilidad, resguardada del orgullo de quienes la quisieron ocultar, disfrazar, no sentir, ignorar... falsamente aparentar.

Fotos que no existen, cajones vacíos, huecos llenos de momentos que, de repente, tienen que desaparecer. No es fácil detener el reloj de la vida. No es fácil mirar hacia atrás con los ojos cerrados. Las cosas se pueden hacer bien o se pueden hacer mal. O se pueden dejar de hacer. Aunque lo más seguro es que se hagan sin saber si las hacemos bien o mal. Y después no sabremos valorarlo...

Hay lugares para soñar, para vivir, para dormir. Lugares en los que deseamos estar, lugares que queremos evitar. Lugares, tristes o alegres; grises o llenos de colores, con sonrisas dibujadas sin forzar y tristezas eliminadas con las sombras del destino. Lugares inertes, inanimados, rutinarios... o lugares cambiantes, con vida, llenos de ritmo... lugares vacíos de gente, o llenos de personas que formaron nuestra vida del pasado. Lugares expresivos, irreflexivos, candentes, tolerantes. Lugares respetuosos o, en su defecto, lugares carentes de sentido. Lugares que flotan debajo de nuestros pies.

No sé dónde está mi lugar. No lo encuentro. Sólo veo la cicatriz que el destino dibuja en mis entrañas.

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