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sábado, 11 de abril de 2015

EGO

El ego centrado en el yo es capaz de mostrar la verdad, aunque más bien consigue lo contrario. Pero no hablemos de mi yo, sino del yo de ella. Ella como mujer, o como ente, o como razón, o como ser que quiso ser y que, después de todo, no dejaron ser. Ni estar.

El respeto, la tolerancia y la comprensión son cosas diferentes. El primero hay que tenerlo siempre, y el último, cuando nos llegue la razón. Si algo no se entiende, no se puede forzar. La tolerancia está a medio camino, y según nos convenga, la acercaremos a un término u otro. Y habiendo siempre usado el respeto, ahora encuentro la intolerancia de quien nunca me comprendió.

Y en el fondo, su ego me da pena, que no su incomprensión. Y tristeza. Con una herencia genética demasiado cruel y un seno familiar completamente desestructurado. La unión jamás hizo la fuerza en semejante panorama. Y, muy a mi pesar, cuando alguien no quiere ser como los demás quieren que sea, destruyen toda ideología basada en el pasado y se centran, una vez más, en el ego. No puede haber peor forma de apartar a ese alguien de unas vidas que siempre han simulado una felicidad inexistente.

Mi verdadero yo no ha gustado; que triunfe el ego de los idólatras importa más.

En vez de buscar su propia felicidad, quieren la infelicidad en los demás. Deprimente.

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