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lunes, 10 de febrero de 2014

MILLONARIOS SIN RENCOR

A veces pienso que me exijo demasiado, y otras que no valgo para nada. Sé que ninguna de las dos cosas son ciertas, pero vivir en un ambiente depresivo nos hace ser cambiantes hasta límites no sospechados. Hace poco, no sé dónde, leí que las personas optimistas tenían menos enfermedades, o tenían mejor salud, o algo así... no recuerdo bien. Uno se esfuerza en ser optimista (no es necesario que me lo diga ningún estudio científico...) y procura separar las cosas importantes de las que no lo son, despreciando aquello que no va a hacer que yo, ni la gente de mi entorno, sea más feliz.

De verdad, que la vida no es más fácil ni más maravillosa si se recoge la cocina por la noche o no se deja la ropa en el baño. Que no hay normas, y en nuestras casas, menos aún; ni debe de haber nadie que nos las marque, ni que nos diga si eso está bien o está mal mientras no se haga daño a nadie y nos mantenga libres de decidir lo que es mejor en cada momento. ¿Tan difícil es de entender? Porque tampoco me considero un desastre, ni un dejado, ni mucho menos un vago. Ni siquiera lo podría entender en el hipotético caso de que esa fuera mi única misión en esta vida: cuidar las apariencias por el qué dirán. Lo siento, pero no voy a cambiar. Esto es como el que ahorra y ahorra como una hormiguita y luego carece de las necesidades básicas incluso pasando frío, hambre u otras penurias, cuando tiene millones en el banco... ¿cómo se dice? Ah, sí... los más ricos del cementerio. Porque morirán sin disfrutar. Esto es igual.

Los primeros guardan dinero que no gastarán una vez muertos. Los últimos guardan rencor que sólo desaparecerá cuando... bueno, ojalá desapareciera antes. Porque los primeros no perjudican a nadie. Los segundos sí... Al menos los millonarios no nos guardan rencor.

Mis saludos van por ti, oh, bella dama, que aún guardando en tus entrañas el más grande fruto de amor, no reaccionas, sino dañas, los latidos del dolor que cambian el color de tus ojos, mojados, por la lluvia y el llanto, por la falta de razón; o de mis ojos, tristes, sin color, de un gris neutro bañados en el desprecio sin ningún tipo de pudor.

Hay personas que lo tienen todo para ser felices. Si no lo son, la culpa está en ellas mismas, en sus hechos, en sus actos. Personas que tienen que ser felices a costa de la felicidad de los demás.

Y llega un momento en que eso es demasiado sacrificio...


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