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lunes, 13 de enero de 2014

EL CUENTO DEL MISERABLE

Fui un iluso por pensar que podría obtener algún día alguno de mis sueños de una forma espontánea, libre, casi gratis, como un regalo cargado de sinceridad. Es una de mis características: la ingenuidad. Nos cuentan cuentos, nos engatusan con historias inventadas que inventan sin pensar, lo dicen sin tener una simple coartada coherente y, por si fuera poco, se lo creen en el mismo momento en que se lo inventan. Nos engañan como a chinos. Inventan frases sin sentido, sin pies ni cabeza, y la defienden como si fuera la mayor de las verdades. Así, tan natural, tan espontáneo. Como quien ve llover. Como si le hablas a una pared.  Los miserables saben que van a mentir justo antes de hacerlo, pero aún así no les importa. Raspando su propio corazón de piedra hueco por las esquinas de sus palabras. Hueco. Como una figurita de chocolate, vacía y decepcionante al ver el aire que se escapa cuando pegas el primer mordisco.

El miserable es mezquino por naturaleza. Desea sacar provecho de toda circunstancia aunque sepa que engaña a su prójimo. Va a misa y lava su conciencia con el agua sucia de otros miserables que sólo saben imitar su comportamiento. No tiene escrúpulos en enseñar todo aquello que le es beneficioso mientras se preocupa demasiado en esconder lo que considera políticamente incorrecto.

Dicen que lo que cuenta es la intención; realmente, no estoy de acuerdo. Una intención puede durar años y convertirse en un deseo y un sueño desde el corazón. No siempre basta lamentar algo cuando después no pones remedio. Mil regalos que rozan lo absurdo no se convierten en un gran regalo. Un regalo que ilusione será siempre mejor valorado. Dirán que siempre hay que ser agradecido, pero creo que no se debe agradecer aquello que se camufla en la piel de lo ridículo; sobre todo, si se repite año tras año. Y lo ridículo, no deja de serlo por mucho que se repita.

Me da pena ver gente que vive sus propios cuentos y no saben que serán olvidados cuando les llegue la hora. Mucha pena. Creen que los protagonistas son los demás, cuando en el fondo, son ellos. Porque, después de todo, suelen ser tan egocéntricos, que lo primero que hacen es eso... comportarse como miserables.

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