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lunes, 4 de noviembre de 2013

LAS FLORES DE MIS BOLSILLOS ROTOS

Lo tenemos enfrente. Y tengo miedo. Atroz. Un miedo que no puedo disimular, por mucho que quiera esconder en los bolsillos, junto con las llaves. Por eso se me suelen romper tanto, y el miedo, pánico desmesurado, dibuja con lápices negros el futuro que tenemos en la acera opuesta contraria a nuestra forma de pensar. Sigo caminando sin pisar el bordillo, casi de puntillas, sorteando las hendiduras que las baldosas dibujan, ya de por vida, en el suelo del presente. 

No le tengo miedo al error, sino a las consecuencias de éste. A la intervención de lo natural y de lo lógico, al enfrentamiento de las fuerzas, al engaño de las habilidades que llevan puñales cargados de picardía. Al sí y al no. Al blanco y al negro. Sobre todo si se imponen por la fuerza, dejando a la razón a un lado consentido. Miedo a los deseos caprichosos. Al abandono. A la hipocresía de un amor demasiado atemporal, o demasiado breve en el tiempo. Se puede medir de ambas formas. Miedo a la soledad incondicional, a la fatiga obligada de la imposición de unas ideas no siempre correctas. A la ignorancia del compromiso. Miedo al cariño pasajero de quien cumple por cumplir tras un correcto y simple lavado de manos. Porque nos falta tiempo para usar la palabra demagogia cuando no encontramos otra más apropiada al alcance de nuestras manos. Y así es. 

Tengo los bolsillos rotos por los tallos de las emociones que esconden sus colores en los pétalos de la admiración, por las llaves que guardan los secretos de mi desaprovechado corazón, y, por qué no decirlo, por los escasos círculos que clavan las monedas en la fuente de mis escasos deseos. Las espinas no desaprovechan la oportunidad de dejarse notar en la frágil tela que protege la piel del calor de las manos inquietas de mi razón. No lo puedo evitar. Los nervios son míos, y como tales, me definen, se apoderan de mi... y no puedo decir que me desagrade. Los sellos de identidad no sirven para enviar cartas sin razón. Ni los tocas con las manos, ni los pisas con los pies, ni los miras con los ojos ni los pegas a mi piel. Abstracciones que nos rompen los bolsillos, nos vacían los cajones, y nos hacen mil añicos las vajillas de mis pasiones. Así son mis flores y así mis bolsillos, como cristales de colores en la mente de un chiquillo.

Enséñame colores hoy, que ya miraré mañana en el blanco y negro imposible de tus ojos...



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