Anuncios Google

lunes, 11 de noviembre de 2013

HUBO UN TIEMPO...

Hubo un tiempo en el cual las cosas estaban bien. Yo era yo, con mis defectos y virtudes. Con una personalidad introvertida, aunque llena de matices. Pero ahí estaba, de pie, luchando por algo que creía, y teniendo algo en que pensar. Aunque no fuera mucho. Nadie me juzgaba con maldad, nadie pensaba que pudiera obrar teniendo mala fe, guiado por el rencor.

Hubo un tiempo en que quizá no decía todo lo que pensaba, pero sí pensaba todo lo que decía. Y eso no es engañar ni mentir; ni ocultar la verdad, porque nadie tiene la verdad absoluta ni siempre se está cargado de razón. 

Hubo un tiempo en el cual prefería escuchar, aprender a escuchar y enseñar a escuchar antes que hablar por hablar. En aquellos tiempos, sentía más, me dejaba conocer más, y la transparencia de mi corazón se reflejaba en mi estado de ánimo. Me importaban las personas y sus sentimientos. 

Un día, sin saber por qué, guiado por quien busca actuar con bondad teniendo en cuenta la indiferencia en mi forma de actuar, empecé a cambiar. No me gustaban ciertas cosas que veía, que tenía que hacer… pero en el fondo, tampoco me importaba verlas o hacerlas. Esas cosas no iban a cambiar mi vida, y un acto de generosidad para con los demás, si a mí no me suponía nada, lo hacía con gusto y total sinceridad. 

Y vinieron más actos, y más cosas, y más hechos, que sin ser de mi agrado, hacía complacido por el amor a los demás. Y empecé a cambiar. Engordaba de halagos provenientes de las personas que enmarcaban mi bondad. Y no te puedes negar. Es un defecto el sentirnos útiles y el intentar agradar. 

Entonces te empiezan a juzgar. Sobre todo, cuando no haces algo que se supone debes hacer, porque uno es como es, y siempre lo ha hecho, aunque sea por gustar a los demás. Y te critican, y te valoran para mal, y te reprochan que hayas cambiado mucho, también para mal. Te ven cruel, solitario, que no quieres saber nada de los problemas de la gente. Y por mucho que hayas dado, tienes que dar mucho más.

Te torturan y te humillan, y se ciegan con una venda llamada vanidad, y el orgullo de creerse mejores personas simplemente por su forma de andar. No vales para nada si haces algo mal, si no lo quieres hacer o si únicamente prefieres que lo hagan aquellos que prefieren aparentar en lugar de buscar una paz con ellos mismos que perdieron muchos años atrás. Mi indiferencia se adueña de mi cuerpo y deja que escojan los actos aquellos que se creen saber más.

No cambiamos por cambiar, ni cambiamos nosotros mismos; cambiamos al caminar por las vías del camino que nos marcan los demás. Y cuando nos damos cuenta, es tarde para hablar, para cambiar y para actuar. Es tarde para todo. Seremos buenos si complacemos el ego de los demás. Seremos malvados si volvemos la vista atrás y, aunque sea por unos segundos, nos acordamos de que hubo un tiempo en el cual las cosas estaban bien. Yo era yo…

Y vuelta a empezar… 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Anuncio