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jueves, 18 de abril de 2013

TREINTA Y OCHO

Y mientras uno cumple años, se da cuenta de que no son los años los que a uno le caen, sino las vergüenzas de quien quiere apropiarse de lo ajeno, del orgullo que no tiene el más mínimo desvanecimiento ante la moral de quien comparte tu misma sangre. Hoy me planteo un debate interno y externo a mi conciencia. Interno, porque es mi deber. Externo porque es como debe ser. Una lágrima enfurecida no hace más que escurrir de forma menos elegante del lugar de donde debe partir. Cae más bajo del mismo suelo. Es denigrante para ella misma. Pierde su esencia, olvida su perfume, no capta los detalles y termina siendo derrotada por el rencor. Misterios llenos de dolor. Incluso se deja entrever la frustración de quien quiere ser y no puede ser. No puede estar. O, simplemente, no puede. Sin más. Todos cometemos el error de descargar nuestras iras en personas que, seguramente, no lo merecen. Puede que esté en los genes del ser humano. Pero, por el mismo motivo, podemos controlar los caracteres más difíciles incluso en los momentos más dificultosos. Hay quien se siente héroe (o heroína) a la fuerza, y se cree que tiene un poder omnipresente que le ha sido concedido por la gracia de Dios. La punta de tu látigo hiere tanto como el mal recuerdo de una palabra pronunciada más alta que otra. Que ya tengo treinta y ocho, y no me refiero a objetos tangibles. Al menos, inténtalo. Porque si siempre se piensa en uno mismo, los demás dejarán de pensar en tí... y seguro que a la larga, nos perjudica a todos. Aunque a algunos más que a otros...

2 comentarios:

  1. Es tu cumple??? Por si acaso, muchísimas felicidades y que vengan momentos felices. Un besazo.

    Por cierto, hermoso fondo.

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