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sábado, 12 de noviembre de 2011

CARTA A UN MINERO

Te dirijo esta carta porque aunque no te he conocido, siempre te he llevado en mi pensamiento. Conozco tu historia a través de mi madre, ella nos la contaba con frecuencia, a mis hermanos y a mí. Estoy leyendo una novela que cuenta la historia de las minas de nuestra tierra, y me viene a los rincones de la memoria lo que llevo guardado, atesorado en mi interior durante tanto tiempo, por eso quiero expresarte en esta carta lo que ahora siento. Sé que llegaste a este pueblo vencido, cansado de luchar en la vida, para poder salir adelante con tu familia. Procedías de un pueblo cercano a éste, donde en él vivías con holgura, puesto que poseías un negocio familiar, el cual creaste con tu esfuerzo. Saliste de allí sin nada, pero con la tranquilidad que da el poder salir a la calle y llevar la cabeza alta. Saldaste todas tus deudas con el dinero de la venta del negocio, te quedó la conciencia tranquila. Mi madre, nos contaba que la quiebra se produjo por que tú eras una persona extremadamente solidaría y generosa, muy humana, y no eras capaz de ver a la gente de tu pueblo en la miseria pasando hambre, tu gran corazón no te lo permitía. Eso me enorgullece enormemente.

Cuando decidiste venir aquí con tu familia, fue porque en este lugar había trabajo en las minas, aunque tú no tenías ni idea de eso, sabías que podías llevar un jornal a tu casa, eran malos tiempos y recaía sobre tus hombros la responsabilidad de tu familia. A partir de ahí tu vida cambió por completo. Cambiaste el polvo blanco del trigo de la vida, por el polvo negro y amargo de la mina asesina, tú sabias, los mineros sabíais, que no había de pasar mucho tiempo para que se cumpliera vuestra sentencia de muerte. ¿Cuántas historias parecida a la tuya se vivieron en esas fechas en nuestra tierra?, ¿Cuánto miedo, cuanto dolor se vivió en lo hondo de la mina? miles de vidas perdidas en el anonimato, pero la sangre tira y a mí siempre me interesó la tuya. Tengo latente en mi memoria, la imagen de mi abuela, siempre vestida de negro, guardando luto permanente. En su cara se reflejaba el frío de la ausencia, y la estrechez económica por la que tuvo que pasar. La recuerdo con mucho cariño, con ella viví los quince primeros años de mi vida, hasta el momento en que fue a reunirse con los que faltan. ¡Hubieras disfrutado tanto al ver como crecía tu familia!, pero el fatídico destino se anticipó y no llegaste a conocer la sabia nueva. Ahora desde el recuerdo, te escribo esta carta, y aunque sé que nunca la podrás leer físicamente, sí confío en que de alguna manera te va a llegar. Me consuela evocar el sabor agridulce de la vida, historias hermosas por su sencillez y a la vez tristes que sucedieron en mi vida, que forman parte de mi pasado, y que ahora renacen en mí con una fuerza extraña que me llenan de emociones y sensaciones, que me llevan a decirte, que aunque sólo he podido conocerte en fotografía, quiero que sepas que has sido una persona muy importante para mí. Si me hubieses conocido sabrías que soy una persona bastante escéptica, en algunas cosas, pero a pesar de todo, quiero creer que existe ese lugar donde compartís la felicidad todos los que faltáis, incluida mi madre, eso me da calma y me hace sentir mejor. Espero que sea cierto y algún día nos reunamos todos. Llegado el día, estoy segura que no nos costará demasiado conocernos. Gracias, por ser de esa manera, por cuidar de tu familia, por el cariño que sembraste en tus hijos, en todas las personas de tu entorno. Y aunque la mina te arrebató la vida, a tu familia no le pudo arrebatar tu ejemplo de valentía, de solidaridad, de bondad, y de dignidad, valores que hoy desde la distancia y el cariño te quiero reconocer, y por los que fuiste querido por todo el mundo.

Te quiero abuelo. Un beso y un abrazo muy fuerte de tu nieta….MARÍA.

By María

3 comentarios:

  1. María, nos dejas un testimonio que es válido para muchas familias y para tantos mineros...trabajo duro donde los haya pero supieron hacerlo co dignidad por llevar el pan a casa, me uno a tu homenaje.
    Estoy segura que le abrá llegado a todos los que faltan y estarán orgullosos.
    Un beso.

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  2. Me has dejado de piedra. Una bonita a la vez que triste historia. Espero que tengas razón y exista ese lugar donde los que ya no están comparten la felicidad con los que seguimos aquí. Un beso enorme.

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  3. Una preciosa carta, María, que me lleva a mis propios recuerdos de mis abuelos. Tus palabras hablan de un gran hombre, que dio la vida por su familia, algo que es digno de admiración. Entonces la vida era muy difícil, y el sacrificio estaba a la orden del día. Me gusta leer historias como la de tu abuelo, que aunque tengan sus cosas tristes, nos pueden enseñar mucho, sobre todo a ser mejores personas.

    Un abrazo

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