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miércoles, 24 de febrero de 2010

SOY MINERO...

Hay días tristes y días muy tristes. Buscando una foto para la entrada de hoy, me encontré con un reportaje que hice en verano de 2006... Allá nos fuimos mi amigo Luis Javier y yo a hacer fotos de las minas. Y viendo estas fotos, me acordé de que mi otro abuelo, del que apenas hablo porque apenas conocí, fue minero. Minero. Y murió por culpa de las minas de Linares. Para que luego digan que en Linares no hubo minas. Que se lo digan a mi abuelo, y a su hijo, mi padre. La palabra minero no necesita descripción porque ya se explica ella misma por sí sola. Es una pena que la vida no nos permita conocer a las personas que en verdad merecen la pena y que, sin embargo, otras personas sean tan vacías de vida y de sentimientos. Como he dicho, no conocí lo suficiente a mi abuelo. Apenas quedan en mi memoria imágenes difuminadas y erosionadas por la crueldad del tiempo, que termina borrando todo lo que sucede. No le recuerdo ni una sonrisa ni un mal genio, ni simpatía ni antipatía. No le recuerdo nada. Sólo apenas un rostro que me es familiar... Seguramente fue una gran persona, porque nos dejó antes de tiempo, como suele suceder con las grandes personas. Pero lo más importante, es una gran persona porque su hijo lo es, y mi abuelo, por tanto, tuvo que serlo. Esté donde esté, está orgulloso de su hijo. Porque todos lo estamos, y él, como su padre que fue, lo estará más aún. Esas minas de las que todos se enorgullecen nos quitaron lo que más puede querer una persona: la vida de un ser amado.

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