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lunes, 4 de enero de 2010

PERDER EL TIEMPO


Siempre he buscaco el equilibrio entre lo que me gusta y lo que no me gusta, entre lo que tengo que hacer o me gustaría hacer y lo que no tengo que hacer... aunque finalmente lo termine haciendo. Trato de encontrar la motivación necesaria para poder realizar aquellas tareas que me desagradan, y que sé que, forzosamente, tendré que realizar. El problema se acentúa cuando surgen nuevos obstáculos, perfectamente evitables, pero obvios y necesarios para encontrar dicho equilibrio. Un perezoso retraso se apodera de la mente y mis objetivos vuelven a un primer plano, o al menos es lo que intento con una nueva ilusión racha tras racha. Porque sin ocio no tenemos vida, y sin tiempo libre no existe el tiempo ocioso. Hago lo que me gusta cuando puedo, más bien pocas veces; hago lo que no quiero cuando debo. Y en nuestros ratos libres, perdemos el tiempo...

Por eso, me desespera estar una hora y media sentado observando la caja tonta "casi" por obligación, sin mediar palabra alguna, esperando a que suceda "el milagro" de que pueda ser libre de nuevo y hacer lo que quiero hacer, o cuando menos intentarlo... porque después de tanto tiempo perdido, la motivación disminuye de forma proporcional. Podría aprovechar para, por ejemplo, hacer fotos como esta bonita perspectiva de la ciudad de Granada.

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